Lo ultimo que pude decirle fue lo mucho que me dolía, era un dolor abrumador y casi insoportable, era un dolor difícil de contar, difícil de explicar, era un dolor físico y psicológico, era un dolor centralizado con ganas de expansión, un dolor que dolía a morir. Casi no pude ni contarlo porque sentía miedo de que cada vez que lo nombrara se hiciera mas grande y de que llegara un momento en el que ese miedo fuera mas fuerte que yo y acabara por comerme. Admito que nunca fui de dejarme dominar, y lo que nunca pensé es que el que lo hiciera fuera un miedo incontrolado y rebelde junto con un dolor egoista y absorto de la realidad.
Creí que seria mas fácil, que apretaría el botón de borrar archivos y directamente se irían a la papelera, pero claramente me equivoque, porque tanto si existía como si no ese botón me obligue a pensar que con encontrarlo bastaría, ilusa de pensar que las personas son como los ordenadores. Me pregunte una y otra vez si lo vivido hasta la fecha tenia sentido, si merecía la pena sentir ese dolor a cambio de todos los momentos vividos. Definitivamente llegue a la conclusión y al consensúo de mi corazón con mi cabeza de que si, si que mereció la pena vivir tantos momentos aunque ahora el precio se hubiera elevado hasta la estratosfera. A pesar de esa conclusión, cogí la maleta y la llene de todos sus recuerdos, porque al fin y al cabo en ese momento no era lo que necesitaba, me apresuré a lanzarlo por el balcón y cuando estaba a punto de hacerlo, mi estúpida vocecilla interior apareció y me dijo lo de siempre, nada mas que patrañas, me lleno la cabeza de ilusiones y me recordó una vez mas que nada estaba perdido y que retirarse cuando las cosas se ponen feas no era mi estilo, creo que al final de todo hice bien en hacerla caso, porque de ese modo me quedo claro que hice todo lo posible por intentarlo y que fracase en el campo de batalla y no sentada en mi salón. Tras la nueva derrota volví a coger su maleta y esa vez si la lance por balcón, con la mala suerte de engancharme y caer tras ella, el y su mala costumbre de arrastrarme siempre al pozo, pero esta vez no dude, me limpie el polvo y me sople las heridas, me levante y me prometí a mi misma que a pesar de que mereció la pena estar a su lado, nunca debes olvidarte de ti mismo para pensar en otro, de modo que si, claro que mereció la pena, pero no solo por los momentos sino por la lección que aprendí de mi gran caída.
DEDICADO A TODOS AQUELLOS QUE SUFREN POR AMOR.
jueves, 9 de enero de 2014
Historia de un dolor.
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